Van subiendo las temperaturas, van bajando las cantidades de ropa, va haciéndose más evidente mi agradecimiento al inventor(¿o inventora?) del desodorante. Reafirmo mi teoría: los franceses tienen atrofiado el olfato, por eso necesitan quesos tan olorosos, sopas tan concentradas y dulces tan dulces. Por lo mismo ni se arrugan cuando alguien anda pasado a ala. Ay!, líbrame Señor de las multitudes en días de más de 20 grados.
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