Por lo general me sorprenden para bien las cosas gratis. Alegra el día un regalo, una sonrisa, un abrazo... Pero lo que nunca justifico son las ofensas gratuitas, las palabras de daño inmerecidas y los juicios apurados que las intentan contextualizar.
Creo firmemente en que se alaba en público y se corrige en privado.
Por favor basta de ofender, herir y andar retando a la gente delante de otros. Eso no es sinceridad, es desatino. Sea en el trabajo, en la familia, en la plaza o en el supermercado. Si usted anda repartiendo daño, hágase ver; que no está bien.
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