domingo, 10 de abril de 2011

La piedra pómez y otras cosas buenas

Por más aparatos que inventen para diferentes cosas, muchas veces lo sencillo es lo más efectivo. Las parafernalias, con las que muchas veces nos encandilamos, no satisfacen en realidad y pasado el tiempo terminamos volviendo a lo original, humilde y simple. Es un recorrido largo, pero al final preferimos volver a lo seguro.

Pasa con las cremas: aunque haya una muy requete cara que huele delicioso y se absorbe al segundo, para las arrugas la más efectiva es la que usaba la abuela. Para limpiarse la cara más que tónicos bicolores o espumosos de marcas europeas, lo más rico y efectivo es el agua de rosas que se compra en la farmacia chica.

La mejor sartén es la más viejita, la que han intentado botarte de lo destartalada que está. Ahí queda todo más rico, se cuece bien y no se pega.

Venden unas limas caras, anatómicas y coloridas para suavizar los talones, pero lo más efectivo, lejos, es la humilde y barata piedra pómez.

El postre más rico, que recordamos con más cariño y buscamos con más ansia no es el del chef francés del restaurante vietnamita. Aunque ese postre es rico, sí, muy rico; el que más añoramos es el sencillo (la leche asada, el arroz con leche, el glorioso flan), que la señora de la picada prepara tan pero tan parecido al que se hacía en nuestra casa.

Más que desayuno con muffins, cupcakes o gâteaux diversos, que  -insisto- son cosas muy ricas; un huevito a la copa es mi sueño ideal de desayuno, con una marraqueta tostadita, con un café con leche entera y dos cucharaditas de azúcar.

La mermelada que más espero probar en el año no es la del frasco alemán de arándanos o naranjas, sino la de damasco que hace mi mamá en el verano.

Una fiesta en un lugar choro, con buffet étnico y música avant garde es muy entretenida, pero la junta en la casa del amigo donde comemos salchichas o picamos papas fritas y cantamos canciones viejas con una guitarra medio maltratada es mejor aún.

La charla del erudito es interesantísima y educativa, pero la conversación al paso con una persona humilde, de corazón transparente, nos enseña más de la vida que 15 años de estudio.

El libro del experto más premiado no es más llegador que la llamada de una amiga sincera.

Un medicamento de última generación es bueno y beneficioso, pero no aliviará nunca como un abrazo empático de alguien que se acerca sólo para estar contigo sin esperar nada más.

Alguien me puede alegar que soy parcial, que todas estas cosas que nombro tienen un componente sentimental fuerte y que las recordamos por eso. Sí, es cierto, pero fíjense que involucramos los sentimientos con esas cosas porque son verdaderas.

No necesitamos grandes cosas para ser felices. Aunque queramos o quieran convencernos de que sí. De que si es caro, complicado o rimbombante es mejor. Pero lo cierto es que no, porque lo que es de verdad no necesita disfrazarse de nada. 

Lo único que hay que hacer es abrir los ojos y el corazón para acoger esa maravilla que es la Verdad cuando nos la encontramos día a día.