martes, 30 de octubre de 2007

En la fila

Alguien debe haber calculado en algún lugar del mundo cuánto tiempo nos pasamos haciendo fila para esperar algo (pesar, pagar, cobrar, reclamar, elegir, probar, entrar, etcétera), creo que más de alguien debe haberlo hecho. Esos días en la vida ¿son tiempo perdido?
En el caso de no tener otra actividad son oportunidades para observar gente, a veces con ropas estrafalarias, con algún tic, o con olor a naftalina. Yo juego a inventarles historias, que piensan cosas, que traman algo, que se van a juntar a la salida. Me entretengo bastante. Pensándolo un poco creo que eso viene de mi abuelo materno, que estuvo mucho tiempo en cama y miraba desde la ventana al parque forestal. Ya conocía las rutinas de todos los que pasaban y creo que hasta les tenía nombres. Ahora las cosas que pasan en el parque superaron cualquier ficción...
Volviendo a lo de las filas, es choro esperar antes de un recital, porque la gente va a pasarlo bien, conversan, se ríen y hasta cantan, en cambio la fila para pagar la luz es de lo más fome, porque la gente se enoja, mira mucho el reloj y reclaman con cara de odio. En las del supermercado siempre hay gente calculando cuánto les va a salir (como que cuentan mirando el techo) y niños echando medio escondidos cosas al carro (a mis compadres una vez les pasó que ordenando las compras encontraron un tarrito de pintura que la hija pensó que necesitaban).
Para enfrentar cada mes hay que tener paciencia, porque al principio, en la quincena y al final hay algo que pagar, películas que ver, música que escuchar, pan que comprar, y otros tantos.
El pago automático de cuentas es un buen invento, pero de vez en cuando es bueno mirar un poco a la gente en igualdad de condiciones, porque las filas ordenadas son democráticas, se respeta a los adultos mayores y a las embarazadas.
Súper civilizado, oye.

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