Preguntas estúpidas

Las escuchamos a menudo, sobre todo en época de prácticas profesionales de reporteros. No quiero con esto ofender al gremio, sino hacerles saber que soy una consumidora de productos culturales atenta al contenido. Ya, de vez en cuando cambian el nombre de alguna autoridad o calle, se les caen las mayúsculas, otras tantas la ortografía, pero otra cosa es que vuelvan a preguntar algo que ya se sabe, que insistan en algún tema que el entrevistado no maneja, que pongan situaciones hipotéticas que el interlocutor no entiende o que (horror de horrores) haya que repetir la pregunta por larga o ininteligible.
Me ha pasado varias veces el bochorno de estar hablando y pensar simultáneamente "estoy diciendo una huevada", por eso me pongo en los zapatos del pobre cabro recién egresado que hace la pregunta al personaje equivocado, que confunde las provincias y ciudades (ojo que eso lo hacen también los pesos pesados y "rostros", sobre todo en época de elecciones), llamando San Felipe a Los Andes y Valparaíso a Viña del Mar.

Es una sensación muy desagradable ver en la cara de la persona con quien estás conversando la expresión típica de "qué lata" o "pff, qué pastel".
Por eso admiro a los ases de las cotrapreguntas, que sacan información precisa sin hacerse los sabiondos (lo siento Cony Santa María), que entienden que el importante es el entrevistado y lo que tiene que decir.
Usted, señor, señorita ¿a quién pone en la categoría de seco para preguntar?
Nomino a Faride Zerán y Daniel Matamala.