viernes, 9 de noviembre de 2007

Cocina y casa (declaración de principios)


En los tiempos de nuestras abuelas saber cocinar era imprescindible para una mujer, las labores hogareñas eran el fin último de la existencia femenina, la máxima de las ambiciones. Raro, ¿no?.
Aunque todavía quedan especímenes cuya meta es un pretendiente adinerado, la mayoría de las mujeres que conozco ve a la casa y la familia como un complemento al desarrollo de sus vidas, una esfera necesaria, un hito que marca sus vidas, pero no lo único de la vida.
Me producen curiosidad las mujeres que viven por sus hijos, con esto me refiero a que les hacen las tareas, estudian por ellos, leen los libros que les corresponden... sólo falta que se pongan la camiseta de fútbol y los reemplacen en el juego. ¿Qué pasará por sus cabezas? A lo mejor creen que no se aprende haciendo, que van a aprender a arreglárselas solos por imitación y que cuando ya no vivan con ellas encontrarán a una persona que haga todo por ellos (y la odiarán por eso). Mujeres cuyo valor (en su cabeza) es ser necesarias: el trillado "Te quiero porque te necesito".
Las agrupaciones de derechos humanos debieran reclamar por esa idea instalada en nuestra sociedad, porque resta de valor y dignidad a las personas, relegándolas a ser medios y no fines.
No estoy llamando a la la flojera ni menos al descuido, considero que repartir roles hace bien, que no por ser niño está imposibilitado para ayudar a sacudir o llevar su plato (algo correspondiente a su edad nada más), que no por ser hombre debe ser servido. Quienes queremos debieran conocer las tareas, sopesar el esfuerzo que llevan, para que valoren lo que hacemos y se sientan motivados a colaborar y sentirse parte de la casa.
Si criamos hijos e hijas (ojo, también maridos) engañados con que todo se hace mágicamente, les quitamos la posibilidad de sentirse útiles, los instalamos en un rol pasivo, les damos cuerda para que pida y pidan sin límites... y
en lugar de compañeras o madres nos sentimos sirvientas que nunca reciben retribución a sus esfuerzos.
Compartir hace bien, pero no sólo convidar algo, sino realmente participar en un proyecto común, que se manifiesta en cosas tan cotidianas como preparar el almuerzo. Una frase decía que no hay que dar los pescados sino enseñar a pescar, bueno, enseñemos a cocinar, planchar, lavar, limpiar, etcétera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Girl power!!!

Anónimo dijo...

Con los años que he vivido, estoy para firmar y reafirmar que los hombres machistas han sido criados...¡POR UNA MUJER!, y que sinceramente cuando los huesos se nos cansan y las ganas también, ya es demasiado tarde para volver a reeducar, ellos han asumido que la vida es así simplemete.